¿Qué tengo que hacer?

20.03.2020

Muchas personas dicen no saber si han tocado fondo, pero yo puedo confirmar que si no lo sabes es porque no lo has alcanzado todavía. Es cierto que no te das cuenta en el momento en el que estás hundido, porque si no sería muy fácil salir, pero tiempo después, cuando la marea se ha calmado y la tormenta se ha convertido en chispeo te das cuenta de lo mal que te trataste y de todo el daño que te hiciste e hiciste a los demás. A pesar de eso, seguirás hundida, sólo que ahora tendrás más fuerza por llegar a la salida.

Todos lo sabemos y nadie lo admite.


Creo que, aunque yo fuese la primera en darme cuenta de que algo en mí se había descolocado, he sido la que más ha tardado en asimilar que tengo anorexia.

A finales de septiembre todo empeoró. En el instituto no tenía con quien juntarme, no sabía que me pasaba o que nombre tenía, y todo eso me hizo cavarme mi propia tumba. Poco a poco fui anulando más y más alimentos, pero también desaparecieron mis tardes de pintar, cantar y pasear. Todo se puso gris, tan gris que nadie podía sonreír. YO, la niña que siempre llevaba una sonrisa y que un estúpido chiste del abuelo le hacía troncharse ya no fingía ni una simple sonrisa para no preocupar a los demás. Sólo me encerraba, lloraba, dormía, y cuando llegaba la hora de la comida una pelea monumental que hacía volver a empezar ese círculo vicioso. 

No me arrepiento de aquella fase, no creo que debas hacerlo,  ya que gracias a ella supe reconocer todo el daño que puedes causar a los que quieres con el simple hecho de desaparecer. 

Necesita(mos) ayuda.


Nunca olvidaré aquel día en el que mi madre me dijo que me había buscado ayuda. En ese momento Ana estaba acojonada porque sabía perfectamente para que era esa ayuda, pero yo no tenía miedo, algo en mí estaba deseando llegar a esa terapia para poder poner fin a lo mal que lo estaba pasando.

Fue muy raro. Me acuerdo de la primera vez que entré en aquel edificio y recorrí todo su pasillo hasta llegar a la puerta de la psicóloga. Recuerdo que no me atrevía a tocar al timbre y tuvo que ser mi madre la que diese ese primer paso. La primera sesión fue un destello de luz. Salí feliz, después de mucho tiempo estaba ilusionada, pero poco tardó en llegar Ana a fastidiarme MI momento. Las primeras sesiones fueron muy divertidas y aprendí mucho sobre la enfermedad, pero en realidad no había empezado lo difícil. Con el paso de las terapias no veíamos mejoras, de hecho todo seguía igual de mal o peor. Es cierto que empecé a tomarme unos antidepresivos y al menos no lloraba a todas horas, pero cualquier hora en la que hubiese comida sobre la mesa era un sufrimiento y un maltrago para todos.

Poco después de empezar con la psicóloga fuimos a un par de citas con una endocrina, y para que veas que en todos los caminos hay piedras y montañas, esta no me ayudó nada y simplemente me mandó alimentos y alimentos con miles de calorías de los cuáles no me hacía ni falta buscar la información nutricional porque me hacía una idea de todo lo que llevaría. Además recuerdo muy bien que me pesó, yo pesaba 46 kg y sabía que para una chica de 15 años eso no era normal, pero Ana me impedía cambiarlo. 

Con esto quiero decirte que puede que seas más o menos consciente del problema, pero tú, la persona que has sido siempre y esa esencia que permanecerá contigo, quiere luchar y sobretodo quiere ganar. Te prometo que lo  vas a conseguir, y te lo digo yo que estoy a medio camino.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar