Date un respiro, permítetelo.
A la vuelta de las vacaciones de Navidad todo cambió. No os voy a engañar y a haceros creer que me sentía llena de vida y que irradiaba felicidad, pero algo en mí cambió sin yo saberlo. Creo que lo más característico de esta enfermedad, o al menos en mi caso, es el poco conocimiento que tienes de los cambios. Lo mismo estás hundido en el barro que lo mismo estás dando saltos por la pradera, que difícilmente te vas a dar cuenta de lo que sientes.
Probaremos de todo hasta dar con la solución.
Para mí la vuelta a la rutina fue un cambio de chip totalmente. Hasta aquel momento aún no había aceptado lo que tenía, osea, sabia que algo en mí estaba cambiado y que la gente decía que era una enfermedad, pero hasta que no me vi a punto de morir no acepté que se llamaba Anorexia nerviosa.
Hoy en día aún se me ponen los pelos de punta y se me llenan los ojos de lágrimas cuando me paro a pensarlo fríamente. Se me eriza la piel cuando me acuerdo de aquella sesión con mi psicóloga después de esas efímeras semanas, donde después 5 meses de terapia y haber perdido muchos kilos le acepté que me veía gorda. Fue duro, de hecho no se lo conté ni siquiera a mi hermana a la que le narraba con entusiasmo cada cosa que me enseñaba mi psicóloga.
Durante esas semanas sucedieron tantas cosas que me costaron mucho tiempo asimilar, y puede que alguna siga sin haberla asimilado, pero estoy orgullosa de haber sobrevivido a aquella situación.
Después de aquellas terapias mi psicóloga estaba preocupada. Es cierto que avanzaba en buen camino, pero no tenia ni idea de como nutrirme, de como recuperar todo lo perdido teniendo en cuenta que Ana seguía en mi cabeza. Fue entonces cuando, intentando salvar mi vida, me propuso acudir a un centro para hacer "terapias grupales". De lo que yo no fui consciente en su momento es de que ella solo quería salvarme y en realidad lo que me esperaba allí no era una terapia para pasar el rato, sino una mini entrevista en la que me aseguraron que en aquel momento o esperando una única semana más, estaría preparándome la maleta para ingresar en el centro o algo mucho más peligroso, en el hospital.
Ahora vas a tener que luchar por aceptarte en este momento.
En la primera cita me pesó como cada semana, sin yo poder saber ese misero número que me haría comerme la cabeza. Ella pudo observar a través de su peso mágico todo lo que me faltaba: desde masa grasa hasta proteínas, vitaminas... Empezamos a llegar a acuerdos, y aunque yo cada semana que voy sé que algo va a cambiar, me quedo tranquila de saber que está todo controlado. Así hasta que llega Ana. ¡A esta si que le fastidia visitar a la nutricionista!
¿Y ya está? ¿Tan simple es?
Puede que Ana de vez en cuando me impida verlo, pero he evolucionado mucho y no tengo ninguna duda de que voy a seguir evolucionando. Supongo que esto lo digo ahora, y que seguramente 5 minutos antes de la comida sólo quiera encerrarme y apartarme del mundo, pero tenemos que saber absorber los buenos momentos. Si sólo reconocemos las emociones negativas y sólo dejamos tiempo para estar tristes difícilmente sonreiremos por muchas pastillas que nos tomemos
Así que tú que estás sufriendo y que seguramente sientas que no puedes más, ponte aquella canción que tanto te gustaba y salta sin parar. Disfruta la música y crea un momento tuyo, un sitio al que volver siempre que lo necesites.
Y a vosotros, los que nos observan desde fuera, ánimo para vosotros y fuerza para que podáis ayudar tanto como a mi me están ayudando los míos. Seguramente no sepáis ni cómo hacerlo, y os prometo que os ayudaré en eso, pero dad mucho amor. Y si eres tú quien lo necesita, no dudes en pedirlo.
Si no logras encontrar a nadie que te escuche o que te haga estar en paz no dudes en hablarme, al fin y al cabo, no voy a contar nada si no he sido capaz ni de hacer esto público jejeje.