Tú lucha, aunque no sepas por qué.

22.03.2020

Muchas veces durante esta etapa he pensado contra que estoy luchando exactamente. Puede que tú estés en esa etapa, o puede que ni si quiera te hayas parado a pensarlo porque tienes muchas otras cosas encima, pero te puedo asegurar que es algo muy sencillo de decir pero que lleva su tiempo para asimilarlo.

No dudes en utilizar todas las ayudas.


Recuerdo muy bien que a los pocos meses de empezar la terapia mi psicóloga decidió que necesitaba una pequeña ayuda para poder sonreír. También recuerdo que mi madre tenía miedo. Estaba harta de verme llorar todos los días pero le provocaba mucho rechazo pensar que su hija sería una de esas que debe tomar pastillas por depresión. Yo estaba segura de mi decisión: QUERÍA VOLVER A SER LA DE ANTES, LA RISUEÑA QUE ALEGRABA EL DÍA A LOS DEMÁS.

Poco después de que mi psicóloga me lo sugiriese, no tardé más de una semana en empezar con la fluoxetina, un antidepresivo que según la explicación de esta iba a hacer que mis neuronas se llevasen mejor entre ellas y me permitiría avanzar con más tranquilidad en este largo y duro viaje.


Es normal tener bajones, de hecho, es lo normal.


Una vez empecé con la medicación pensé que ya todo iba a ir rodado, pero no. Es cierto que la medicación hasta unos meses después, es decir, hasta mediados de enero, no hizo mucho efecto y fue algo progresivo, pero justo antes de resurgir tenía que haber una caída.

Fue un golpe duro que dejó muchos más daños que una chica triste. Entristeció el ambiente navideño que siempre había sido tan festivo y alegre en mi familia. Conseguimos superar las navidades de la mejor manera posible y fue entonces cuando llegó el sufrimiento más intenso que recuerdo haber vivido.

Algo muy significante para mí, para mi familia y sobretodo para mi amiga Ana fue un viaje exprés que hicimos en enero. Jamás podré olvidar lo poco que comí en aquel viaje y el frío que pasé por la falta de masa grasa en mi cuerpo. Tampoco olvidaré como mi madre lloró y lloró mientras me explicaba porque tenia los labios lila y no podía mover la mandíbula de congelación. En aquel viaje Ana agrandó su espacio invadiendo el que yo le había arrebatado en batallas anteriores y me hizo perder todas las fuerzas que me quedaban.

Cuando acabaron las vacaciones, todo el mundo volvía triste y sin ganas de rutina, pero para mí sería el momento de resurgir, aún sin tener fuerzas nis ganas debía hacerlo.

Busca recursos, y si te los dan, úsalos.


Nada más volver mi psicóloga me explicó que todos los procesos de cambio tienen picos buenos, es decir, evoluciones, y picos bajos que representan los bajones. Fue un alivio para mí, porque antes de eso yo solo sentía culpabilidad e inutilidad por verme cada vez más delgada y sentirme más gorda. 

Por aquel entonces dejé de ir a la endocrina porque no me servía para nada y, aunque tenia mucha ayuda psicológica, me faltaba un apoyo en cuanto a nutrición. Es cierto que mi psicóloga ha estudiado algo de nutrición y me pedía pesarme una vez en semana, pero el peso solo hacía que descender. Fue entonces, a finales de enero, cuando llegué al que ha sido y espero que sea mi menor peso. 40 kg!!

En aquel momento no entendía que significaba eso, y de hecho, si ahora mismo pienso en lo que pesaré se me nubla la mente. Pero 40 kg para una adolescente de 15 años en muy poco. Tener que usar una 32 y utilizarla con cinturón para que no cayese era algo muy peligroso. Ana lo sabía pero no quería darme la razón. 

Tenía que luchar más que nunca porque mi vida estaba en riesgo. Pero no sólo eso, la de aquellos que me quieren también pendía de un hilo.



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